sábado, 25 de noviembre de 2006

El masajista (y III)

Francamente, me costaba creer que el masaje que iba a recibir aquel día superase al del día anterior, pero allí estaba yo, con mi albornoz y esperando mi turno para dejarme llevar por aquellas maravillosas manos.

Puntualmente llegó mi masajista. Le vi incluso más atractivo que el día anterior. Llevaba el pelo húmedo y brillante, y sus ojos me sonrieron con disimulo… había que guardar las apariencias.

Le seguí hasta una habitación distinta de la del día anterior. Me tendió una toalla y me señaló la camilla. Cuando salió, para dejar que me pusiera cómoda, se me aceleró el corazón… ¡estaba nerviosa! Respiré hondo, me retiré el albornoz y me tendí en la camilla boca abajo, a esperar.

Enseguida entró él:

- ¿Estás preparada? – susurró cerca de mi oído.
- Creo que sí – le dije, con una sonrisa. Un escalofrío recorrió mi cuerpo.
- Sobre todo, relájate. Déjate llevar por la música y no pienses en nada más…

Me dispuse a obedecerle, cerré los ojos mientras oía como se lavaba las manos, y… empezó mi hora de masaje.

Mis piernas fueron las primeras en sentir el calor de sus manos, que las recorrían presionando con la intensidad justa y en los lugares precisos. El aceite las ayudaba a resbalar por mi piel. Cuando llegaba a la parte superior de mis muslos… entonces rozaba con la punta de los dedos mis labios… y yo me estremecía. Estuvo así un rato, me hacía “sufrir” sólo insinuándose con la punta de sus dedos. Luego subió a mi espalda, la embadurnó de aceite y me masajeó cada centímetro de mi piel. Cuando presionaba mi cuello, uno de mis puntos más erógenos, me sentía morir. Cuando bajaba las manos por mis costados y tocaba mis pechos, se me erizaba la piel.
A esas alturas el aroma del aceite embriagaba mis sentidos y me sentía flotar… fue entonces cuando él bajó sus manos hacia mis piernas, las abrió suavemente y empezó a acariciarme decidido. Sabía lo que hacía, es curioso, pero de todos los hombres con los que he estado, ninguno me había dado la sensación de saber tan bien cuándo, dónde y cómo tocar…

Se dedicó de lleno a darme placer ¡todo un lujo! Con una mano me estimulaba el clítoris y con la otra iba introduciendo sus dedos, que con la ayuda del aceite y de mi excitación, entraban solos. Yo no podía dejar de moverme, ¡¡quería más!! Me agarraba a la camilla y movía mi culo para abrirme más a sus dedos… esos dedos que exploraban mi interior y me hacían sentir oleadas de placer. Le pedí más, otro más… y obedeció… hummmm, estaba tan excitada! Por supuesto tuve un orgasmo descomunal, ahogando mis gemidos en la camilla y exhausta, le miré con deseo.

Él tenía la frente perlada de sudor, y sonreía… Rodeó la camilla y al pasar junto a mis manos, noté su polla dura debajo del pijama blanco. Él también estaba excitado.

- ¿Te ha gustado?
- Creo que es evidente, ¡me ha encantado!
- Pues aún no hemos acabado, cielo. – me dijo guiñando un ojo - ¿crees que podrás con más?
- Lo intentaré…
- contesté con una sonrisa pícara.
- Pues vuélvete.

Me tumbé boca arriba, y mientras lo hacía toqué mi coño chorreando. Aún me estremecía al tocarme… ¡qué bueno!

Lo que siguió también fue fantástico. Después de untar mi cuerpo de aceite, y sobar mis tetas hasta no poder más, volvió a dedicarse a mi coñito y no cesó hasta hacerme casi gritar de placer, varias veces. Llegué a correrme cuatro veces. Estaba alucinada con ese hombre.

Pensé que merecía una recompensa, así que empecé a tocar su polla erecta, por encima del pantalón, y comencé a excitarme de nuevo. Él estaba muy cachondo, se le notaba, así que me puse manos a la obra, y le masturbé hasta que le hice correrse a él también… Se lo había ganado.

Cuando todo acabó, me duché y subí a mi habitación. Tumbada en mi cama recordaba cada instante de esa última hora y no podía creer lo que me había pasado. Probablemente si me hubieran dicho que aquello iba a ocurrir y yo me iba a dejar llevar así, no me lo hubiese creído… Pero así fue, y por supuesto no me arrepiento, disfruté como una loca…

Este invierno, me apetecería volver a pasar un fin de semana en un spa, pero no sé si repetiré en aquel…

6 comentarios:

Jorge dijo...

Excitante, ciertamente. Ni se puede ni se debe vivir sin sexo. Sigue disfrutando, anda.

Un saludo

Pedro DC dijo...

Como se nota que las mujeres lleváis las riendas en este tipo de menesteres :) Buena experiencia, si señor.

Churra dijo...

Ufffffff....que gustazo

un abrazo

Hermes dijo...

Un gustazo total. Me apuntooooo

Besos morbosos

Lara dijo...

Va, ¿quién se apunta a un spa este invierno? A ver si nos encontramos a mi masajista (o a alguna amiga suya)... ;)

Gracias y besitos.

Anónimo dijo...

Hola que tal soy Marta, por casualidad he llegado a tu blog y he de decir que me ha gustado bastante, ya que soy muy aficionada a la fotografía erótica amateur, y a los relatos eróticos. Yo también tengo un blog de temática erótica, si quieres conocerme mejor no tienes más que visitar el enlace que te he dejado abajo.

Porno Casero Amateur

Te animo a seguir publicando.

Besos.

Marta.