
Luego fuimos a aquel local. Cuando vimos que estaba lleno, casi nos arrepentimos. No nos apetecía demasiado abrirnos paso entre la marabunta de gente que había, pero al final decidimos intentarlo. No fue tan difícil, nos abrimos paso poco a poco. Yo iba delante y él me seguía. Para no perderme, puso las manos en mis caderas, gesto que me gustó y me hizo sentir un cosquilleo en el bajo vientre. ¿Qué me pasaba? Sólo me estaba siguiendo…
Finalmente llegamos a un rincón, alejado del paso de la gente. Allí podríamos tomar una copa tranquilamente y bailar. Eso fue lo que hicimos, ya que prácticamente no nos oíamos con el volumen de la música.
La culpa fue del baile… nos fuimos animando y jugábamos a excitarnos con la mirada. Yo le daba la espalda y bailaba delante de él, rozándole con mi trasero, cada vez que este se movía. Me excitaba sentir cómo le gustaba, cómo ponía sus manos de nuevo en mis caderas y se acercaba, poco a poco a mí. Me excitaba sentir su sexo, a través de los pantalones, queriendo liberarse.
Me dejé llevar por la música, y en aquel momento sólo estábamos él y yo… y el morbo de la situación. Supongo que él hizo lo mismo, porque en ese momento noté su aliento y oí como me decía al oído que le estaba poniendo muy cachondo y que si seguía así no respondía de sí mismo.
Aquella frase fue como un revulsivo, que erizó hasta el último vello de mi cuerpo. Me giré, despacio, viendo sus ojos brillantes de deseo, sonreí, y le pregunté con sorna si de verdad quería que parase. Su respuesta fue un húmedo beso, suave primero, apasionado después, que me desarmó por completo. Sólo pude cerrar los ojos y dejarme llevar por el contacto de sus labios y su lengua, que se enlazaba con la mía.
Inmediatamente sus manos se aferraron a mis tejanos, empujándome contra él. Ahora sí notaba su sexo duro y ardiente pegado al mío, con la única barrera de nuestras ropas, que hubiésemos querido ver evaporarse al instante. No sé cuánto tiempo estuvimos así, ni cuánta gente se deleitó con el espectáculo, pero fue sumamente morboso y excitante. Su mano se deslizaba bajo mi blusa y rodeaba mis pechos, endurecía mis pezones con la punta de sus dedos. Los movimientos de mis caderas expresaban el desbordante deseo que sentía por él en aquel momento. Era irresistible, y por eso no lo resistí: “Nos vamos”.
No podríamos esperar hasta llegar a casa, lo sabíamos. Subimos al coche, y durante cinco segundos busqué en mi memoria algún rincón dónde perdernos. Lo tenía, y en menos de diez minutos estábamos allí. No podía haber lugar mejor. Las luces de la ciudad como testigos mudos de nuestro momento.
Música para ambientar y al sillón de atrás. No fue difícil retomarlo. Mis pezones se endurecieron sólo al acercar su boca a la mía. Besaba maravillosamente bien, y mientras lo hacía, hábilmente desabrochaba mi sujetador con una mano, y con la otra acariciaba mi cuello. En ese momento fue como si desde el primer momento hubiese deseado tener mis pechos sólo para él. Los gozó lo indecible, y a mí me hizo vibrar con su savoir-faire.
Yo también quería conocerle bien, así que desabroché su cinturón mientras besaba el contorno de su ombligo.
(Continuará…)
Nota: Lo prometido es deuda...